Domingo inocentón

Hoy como buen domingo, no hice muchas cosas produtivas en comparación a un día de semana, pero es una instancia que me debo todas las semanas y ayuda a "sanearme" de la sicosis semanal del stress. Elegí un libro que tuviese pendiente y me recosté en mi hamaca regalona (al más puro estilo polinésico), luego de que mis ojos se cansaran me dormí y no supe más de mí, al despertar siempre me siento algo culpable por perder gran parte del día durmiendo y en cierto modo me frustra, ya que dicen por ahí que mientras más duermes menos vives, pero que le voy a hacer, es mi placer culpable. Yo creo que esta tarde tan relajada me dio ganas de actualizar mi blog, así que no me negué.

Un tema anduvo rondando mi cabeza la última semana, es que me tocó pasearme por una plaza en irarrázabal y ver a dos personas enamoradas de la forma más inocente que yo antes hubiese visto, se miraban a los ojos con una transparencia impresionante y jugaban como los niños que nunca dejaron de ser. Me dio remordimiento y sentí culpa de alguna vez haber pensado en que ellos eran inferiores a nosotros los "normales", que estaban remotos a la idea de amar y de haber tenido la percepción soberbia de que ellos no tenían nada que enseñarme. El tener una enfermedad mental los alejó de la maldad, de el cínismo y el egoísmo, los hizo seres verdaderos y de sentimientos cristalinos que uno no es capaz de entender. Se tomaban de la mano y el resto no existía, lo que todo el mundo busca en una pareja, ellos ya lo tenían y no habían tenido que escalar más socialmente, ni traicionar a alguien. Ellos no se complican la vida, nosotros se las complicamos. Me fuí contentísima a la casa, como que si el hecho de haber reparado en mi error, me hizo mejor persona y poer ende sentirme bien. Unos días después me topé en la TV una sinopsis de una película chilena "El rey de San Gregorio" que trataba de dos niños "enfermos" enamorados y las trancas que les ponian sus familias y la sociedad en general y creí que era de lo que quería hablar, porque este tema arrastra tantos sentimientos que incluso a la persona más fría y calculadora puede conmover. Al final como todos sabemos, el que no se comporta dentro de los marcos morales ni sociales es un loco o un enfermo. Creo que es pura envidia, porque ellos si que son libres, no reprimen sus sentimientos, tampoco los esconden y es algo que todos tenemos que aprender.

Espero algún día poder volver a ser tan inocentona y ver el mundo con ojos de niña para asombrarme más, que mucha falta me hace y creo que a más de alguno también.